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El miedo al lienzo en blanco

ES TAN HERMOSO, Y TAN TERRIBLE ESTAR FRENTE A UN LIENZO EN BLANCO
— PAUL CEZANNE

Era una noche fría de octubre en Nuenen, después de una larga jornada de trabajo. En medio de una pequeña habitación de madera llena de cuadros, pinceles y papeles bocetados estaba sentado un hombre delgado de barba rojiza frente a un lienzo. Llevaba ya un mes pintando y solo le faltaban algunas pinceladas para acabar su pintura.  Arrastrando un pincel fino sobre la esquina del lienzo escribió “Vincent Van Gogh”. 

Su satisfacción era inmensa al ver los colores brillantes de la obra que tenía en frente, sin embargo no podía dejar de sentir que alguien lo observaba. Busco alrededor de la habitación, pero no había nadie. Entrecerró sus ojos ya cansados y al fin pudo ver quien lo vigilaba. Era un lienzo, un lienzo en blanco; de mirada abrumadora, de expresión burlona. Vincent se sintió impotente ante la idea de ese lienzo vacío, que implicaba empezar desde cero. Se sentía paralizado.

Foto: Lucio Fontana

Cuando recobró control de sus piernas, se levantó rápidamente a buscar la tinta y la pluma, y comenzó a escribirle a la única persona que lo escuchaba, su hermano Theo. Estaba tratando de olvidar lo que ocurría entre saludos y discusiones sobre Breton y Zola,  pero Vincent no podía dejar de sentir la angustia de aquel lienzo vacío que estaba detrás de él. No era el lienzo lo que le aterraba, sino la incertidumbre que este provocaba ¿Cómo saber cómo empezar a pintarlo? Con tantas opciones, ¿cuál de todas elegiría? ¿Y si el producto final fuera un fracaso?

Cerró sus ojos y se quedó en silencio. Se armó de valor y dejó a un lado la pluma, tomó la lámpara y se paró frente a ese lienzo. Le temblaban las piernas, pero no volteó la mirada. La tensión que había entre los dos era palpable.

De repente, un impulso se apoderó de Vincent y tomó un pincel que tenía un gran grumo de pintura roja. En un instante el lienzo dejó de estar en blanco. Fue como si quitaran un gran yugo de su espalda. Vincent vio una vez más el lienzo que ahora tenía una gran mancha en el medio, tomó de nuevo la pluma y escribió con un tono completamente distinto:

“Te digo Theo, si se quiere ser activo, no se debe tener miedo a cometer errores. Para ser bueno, — mucha gente cree que lo será al no hacer ningún daño — y eso es una mentira.  Eso lleva al estancamiento, a la mediocridad.

Solo arrójale algo encima cuando veas un lienzo en blanco observándote burlonamente.

No sabes lo paralizante que es, esa mirada de un lienzo en blanco que le dice al artista “no puedes hacer nada”. Con su mirada idiota hipnotiza a algunos artistas hasta que ellos mismos se convierten en idiotas. 

Muchos artistas le tienen miedo al lienzo en blanco, pero el lienzo en blanco le teme más al artista apasionado que se atreve a romper el embrujo del ‘No puedes hacerlo’ [...]”

Y tras despedirse de su hermano, se volteó y sobre ese lienzo que estaba en blanco, empezó una obra maestra.